Saber dar la vuelta a la tortilla

Dejar a una mujer no es plato de buen gusto para nadie y hay quien se lo monta tan bien que consigue dar el giro perfecto...
Convencer a su amante de que le deja por su bien...

1963
El director italiano Dino Risi nos presenta en su comedio "I mostri" a un canalla con ese don especial...
 
 

 
 


Ahora... Qué hago con él?

Confesiones de una mujer...
Una historia que corre por la red

 

 

He encontrado al hombre con el que soñamos todas las mujeres. El hombre perfecto. Y ahora que lo tengo, no sé qué hacer con él. ¡Es demasiada responsabilidad!

Es como tener una cámara digital con autofocus y zoom incorporado. Que si la foto sale mal, ¡está claro que es culpa tuya!

Porque él es comprensivo, sensible, detallista. lee el Cosmopolitan. ¿Qué digo "lee"? ¡Lo subraya!

Para empezar, recuerda todas las fechas. Y cuando digo todas, son todas: me mandó flores el día que hicimos una semana, el día que hicimos un mes, el día de mi cumpleaños, el día de mi santo, el día de la mujer trabajadora. ¡Que tengo la casa que parece la tumba de Lady Di!


Bueno, y cada vez que vuelvo de la peluquería. ¡él lo nota! Se me queda mirando y me dice:

- Cariño, tú te has saneado las puntas.


¡Es que se fija en todo! Aunque esto tiene sus problemas. Me alaba tanto la lencería que luego no tengo valor para ponerme bragas normales. Vamos, que el tanga me ésta haciendo una fístula.


Y, sobre todo, no me lleva nunca la contraria: estoy hasta las narices de ir a ver comedias románticas. Por no hablar de cuando vamos de compras. Oye, ¡que le pone interés! Le pone tanto interés que me agota. Yo destrozada, y él:

- Venga, cielo, sólo una tienda más.

Y yo:

- No, de verdad que éste me gusta.

Y él:

- Jo , eso lo dices para que nos vayamos.

 

¡Y encima está buenísimo! Yo, para arreglarme, necesito tres horas. Y salgo hecha un asco. Él, en cinco minutos, se ha duchado, se ha puesto perfecto y me ha limpiado el baño. Que entro yo pensando que me lo voy a encontrar todo hecho un desastre, y me lo encuentro impoluto. Que me dan ganas de decirle: "¡Pero bueno! ¿Dónde me has puesto los pegotes de maquillaje que había dejado yo aquí, en el lavabo?

Oye, ¡que no hay forma de enfadarse con él! No saben cómo echo de menos esas reuniones con mis amigas poniendo verdes a nuestros novios. Ahora ya ni voy. ¡Para no poder ni abrir la boca!
El otro día fuimos a cenar a casa de unos amigos y ellos se pusieron a discutir. Y yo le dije a mi novio:

- ¡Ayyyy. qué bonito! Cariño, tú y yo nunca hacemos esas cosas.


¡No puede ser! ¡Aquí hay gato encerrado! ¿Qué hace conmigo un tío tan maravilloso? ¡Oye! ¡A ver si va a ser gay" Porque ahora que lo pienso. cuando vemos una tía buena, le saca los defectos antes que yo. Tú le dices:

- Mira qué guapa Cindy Crawford.

Y te contesta:

- Sí, pero tiene los tobillos gordos


Aunque por otro lado. ¿Cómo va a ser gay? Si es una máquina en la cama. Nos pasamos seis horas haciendo el amor. No sabéis lo que aguanta. Tengo que esperarle yo a él. ¡Que estoy cogiendo complejo de eyaculadora precoz!


Bueno, y no creáis que luego se pone a roncar. Me da una conversación... Que si me ha gustado, que si le quiero, que si quiero otro... Que al final le tengo que decir:

- ¡Cariño, lo que quiero es dormir!


Mira, yo ya no podía soportar tanta perfección, así que la semana pasada hablé con él:

- Cariño, así no podemos seguir. O cambian las cosas, o lo dejamos.






Julio 2010 -  G. T.

El otro día tuve una reunión de lo más interesante. He de confesar que, al principio, me pareció, más bien, una gran equivocación haber quedado un sábado por la noche con cuatro mujeres. Y allí estaba yo, solo ante el peligro, entre señoritas despechadas y con unas lenguas mucho más que viperinas.

Como auténticas cotorras hablaron y hablaron... que si de moda,  que si la depilación láser... le sacaron la piel a tiras a una tal Vanesa… y mientras tanto yo, seguía preguntándome qué pintaba yo en mitad de todo ese caos.

En el postre pusieron la guinda al pastel y, como no podía ser de otra manera, los hombres salieron a escena...

Alrededor de una mesa, el encuentro parecía más un aquelarre que otra cosa. Por un momento me entraron ganas de salir corriendo, pero me pudo más la curiosidad y aguanté. 

Escuché, recopilé y analicé para llegar a la conclusión de que, para las mujeres, todos los hombres no son iguales... 

La clasificación que perfilaron estas alegres y entonadas féminas, me pareció un tanto maléfica y con muy mala leche. Pero abrí mente y oidos, me crucé de brazos y me mordí la lengua, porque, dejando a un lado mi condición de macho, haberlos... haílos...





Son especímenes con un encanto natural. Excelentes relaciones públicas, capaces de darle la vuelta a la tortilla a una situación nada propicia para ellos. Se les ve venir de frente.

Un canalla de verdad siempre será un dulce canalla porque sabe dar una de arena, justo en el momento en el que el vaso de la cal está a rebosar.

Los canallas hacen sufrir, pero saben recompensar ese sufrimiento. Saben cuándo tienen que "bajarse" los pantalones ante una mujer y no precisamente para tener sexo.

Tienen a su favor que saben leer entre líneas y no les cuesta pedir perdón. Son conscientes que su comportamiento puede provocar dolor. Un canalla podrá ser muchas cosas, pero, casi siempre, va con la verdad por delante y, si la lleva por detrás, son de los que no se andarán con rodeos y, ante la mínima sospecha o reproche de la chica, confiesan... - me has pillado - Ellos son así y no lo pueden evitar.





Hay quien confunde a un capullo con un canalla pero, no nos engañemos, el capullo sólo es  su reflejo barato.

Se comportan como los canallas pero, tienen una gran carencia de encanto para saber llevar la situación a su terreno. No saben justificar sus correrías y, ni mucho menos, recompensar por ellas.

Un capullo nunca regalará flores  porque no tiene la suficiente conciencia para darse cuenta que, cuando uno mete la pata, debe intentar sacarla. Se ven en su derecho de actuar como actúan… como auténticos capullos.




Estamos en crisis, pero en realidad, los garrapatas han existido y existiran  siempre. Su objetivo no es otro que chupar del bote de una chica. Son depredadores y van a la caza de la dama inocente. No les importa que sea poco agraciada, la pela es la pela y, además, así es más difícil que otro menda les levante la presa. Tiene claro las tácticas del cortejo porque tiene claro su objetivo: vivir a la sopa boba.

 

 





Dicen que los mansos topan y es que, probablemente, detrás de un manso no te encontrarás a un cordero, más bien a un farsante. De lagrima fácil, tiene doble personalidad y controlan muy bien esa práctica.

Van de buenos, de fieles, de sensibles, de yo nunca lo haría. En realidad, sólo es el papel que están interpretando. Si pudieras verlo por un agujerito, probablemente te sorprendería.

Las mujeres suelen fiarse de ellos, hasta tal punto, que muchas pondrían la mano en el fuego por ellos pero seguramente se quemarían.

Los mansos dicen comportarse de una manera de cara a la galería para luego, una vez tienen al público en el bolsillo, actuar como un capullo. Eso sí, siempre a espaldas de la interesada. Son los más peligrosos porque engañan y mienten. Saben poner  esa carita de no haber roto un plato y de negar y negar las verdades con una facilidad que asusta. Se las dan de románticos y de buscadores del amor verdadero pero sólo son patrañas para poder desarrollar, de puertas para adentro, lo que les venga en ganas.




Al contrario que los anteriores, estos son dóciles de verdad. Pero su docilidad viene acompañada de una sosería, tan acentuada, que difícilmente sus conquistas pueden acabar en éxito.

Son babosos, pesados, faltos de originalidad y espontaneidad. Tipos aburridos con un don especial: hacer que la chica salga corriendo. Las mujeres saben que, en el fondo, son buenos tíos, por eso, a pesar de ser como son, despiertan cierta ternura, porque con ellos las féminas no se sienten humilladas ni dolidas, sólo agobiadas y empachadas.




Son el eslabón perdido, una quimera, una aguja en un pajar, una leyenda urbana. Pero si una mujer tiene suerte (y digo una porque hay pocos) puede cruzarse en su camino con el hombre perfecto. Tienen de machos lo que tienen que tener en su justa medida pero, han desarrollado una parte femenina que casa a la perfección con el sexo opuesto.

Son detallistas, sacrificados, saben escuchar, que no es lo mismo que hacer como que escuchan, y tienen la virtud de hacer sentir especial a la chica. Un hombre con estas características podría pasar por un manso manso, pero están aliñados con salsa de dulce canalla, lo que provoca una atracción desenfrenada entre las mujeres.

 

 


Menudo panorama… seamos sinceros, teniendo en cuenta que los hombres ideales escasean...
Fíjate tú, y yo que creo que no hay mujeres ni hombres perfectos... sólo "piezas de puzzle" que encajan... De todas formas,  no sufraís hombres del mundo porque, aunque sea extraño,  ellas siguen estando locos por nosotros. Sólo en teoría...

 


 
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